martes, 27 de diciembre de 2011

Historias de la Biblia III

Para ilustrar el esperpento que significa jurar la acción de gobierno sobre un libro lleno de sandeces (no es de extrañar después el resultado), nada mejor que leer el libro de Jonás. Algunos sólo conocen de la historia el episodio de la ballena, pero el relato comienza cuando Dios encarga a Jonás que vaya a predicar al antro de corrupción, según los judíos, que era Nínive. Por supuesto, la prédica tenía que ser admonitoria, el anuncio de la ruina de la ciudad, ya que generalmente los profetas mayores y menores profetizaban desgracias por lo que no eran bienvenidos y algunos tenían que salir por pies. Sabiendo esto, Jonás dio tres bufidos al encargo y clandestinamente se embarcó en un navío para Tartessos, esperando quizás un despiste divino. Por supuesto, Dios se apercibió y envió una gran tormenta que a punto estuvo de hacer naufragar la nave. Tras una investigación algo sorprendente de los marineros se supo que era Jonás el culpable del huracán y fue arrojado al agua donde una ballena lo engulló y lo tuvo tres días en su vientre. Al cabo de ese tiempo lo depositó en la orilla presentándose Dios ante él interrogándole sobre si se le habían pasado las ganas de salir corriendo. Esta vez, Jonás decidió que era mejor ir a Nínive y se presentó ante los habitantes de la ciudad con el habitual alijo de denuestos, insultos e imprecaciones. Sin embargo, con gran sorpresa para él y para Dios, los ninivenses decidieron creerlo y oraron y se prosternaron lamentándose de su maldad. Visto este desenlace, Dios decidió que la ciudad no sería destruída y le comunicó su decisión a Jonás. Éste, ante la decisión divina cogió un rebote fenomenal, pensando quizás que todo lo que había pasado él en el barco, con los marineros y con la ballena, había sido para nada. Dice la Biblia:

Libro de Jonás 
4:1 Y Jonás se afligió mucho, y se incomodó.
4:2 E hizo oración al Señor diciendo: Ruégote que me digas ¡oh Señor!, ¿no es esto lo mismo que yo me recelaba cuando aún estaba en mi país? No por otra razón me cautelaba huyendo a Tarsis. Porque yo sé bien que tu eres un Dios clemente y miseriscordioso, sufrido y piadosísimo, y perdonador del mal.
4:3 Ahora bien, Señor, ruégote que me quites la vida, porque para mi es mejor morir que vivir.

Y tras esta muestra de "bondad" ejemplar, se retiró a una montaña desde la que se divisaba Nínive a ver qué sucedía con la ciudad. Vienen después unos penosos intentos por parte de Dios para convencerlo, sembrándole una planta trepadora que lo cubriese del sol y enviando a continuación un gusano que se comió la planta trepadora con lo que Jonás se desesperó aún más:

4:7 Y al otro día, al rayar el alba, envió Dios un gusano que royó el ricino el cual se secó.
4:8 Y cuando se levantó el sol hizo el Señor que soplase un viento solano que quemaba: hería el sol en la cabeza de Jonás, quien se abrazaba y deseaba la muerte, diciendo: Mejor es para mí morir que vivir.
4:9 Pero el Señor dijo a Jonás: ¿Crees tú razonable el enojarte por causa de un ricino? Y respondió él: Razón tengo para encolerizarme, hasta desear mi muerte.

La historia termina aleccionando Dios a Jonás con un argumento peregrino sobre la injusticia de destruir la ciudad comparada con la injusticia de haber sido privado Jonás de la sombra, aunque en ningún lado se concluye que Jonás se bajó de la montaña o reconoció que estaba haciendo el gilipollas.

Para leer la historia completa AQUÍ.

2 comentarios:

  1. Menudo genio se gasta Dios, y cuando se enfada es igual donde nos escondamos que nos encuentra jajajjajaaj Un abrazo.

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  2. Si es que eran como niños...Saludos.

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